sábado, 20 de marzo de 2010

MAMÁ, NO QUIERO IR A LA ESCUELA


Cada sábado religiosamente leo y opino en EL ADARVE, blog-foro de opinión de Miguel Ángel Santos Guerra, y este sábado el tema gira en torno a lo que una mujer, luego de una conferencia por él dictada le ha comentado con aflicción.
Este fue el diálogo que la mujer mantuvo con su hijo.
-Mamá quiero ser viejo-
-Por qué quieres ser viejo, hijo?-
-Para no tener que ir a la escuela-
Y nos dice además con qué angustia se lo ha narrado la madre, que es a la vez una educadora.
Sí, de verdad buen tema, mucho para reflexionar. ¡Que un niño prefiera convertirse en viejo antes que ir a la escuela! En verdad nos pone a pensar.
Siempre me he preguntado por qué sucede eso. No me lo he podido responder, y menos con una respuesta única.
Habría que ver en qué contexto se dio la situación. Qué niño, qué edad, qué escuela, qué situación familiar.
Puede ser un niño que no quiere tener compromisos ni obligaciones, es más lindo quedarse a dormir hasta tarde y levantarse a hacer lo que a uno le vienen ganas. ¿Y a quién “no le gustaría, acaso”, como dijo Joan Manuel Serrat?.
Me preocupa la tristeza de la madre, el sentimiento que ese niño logró despertar en ella.
Creo que si uno de mis hijos me hubiese planteado lo que a ella le planteó el suyo, ésta hubiese sido mi respuesta:
-Y yo quisiera ser Peter Pan, para no llegar nunca a vieja, fíjate hijito querido. Tú no tienes idea de lo que es “ser viejo”-
Los niños saben muy bien cómo manipular a sus padres, y conocen perfectamente las trampas del amor.
Luego, por supuesto, conversaría mucho con él para saber por qué razón no quiere ir a la escuela. Si hay buen diálogo con el niño, no veo la razón por la que éste no pueda expresarla.
Puede ser que algún compañero le haya hecho algún tipo de amenaza, que se sienta discriminado, que no le faciliten integrarse a juegos o trabajos, que algún tema le resulte muy difícil y ya no se atreva a pedir una nueva explicación, que las clases sean aburridas...…pueden ser tantas las causas!
Generalmente los niños que se niegan a asistir a clase son los que recién comienzan, tienen temor a lo desconocido, ya que no saben qué pasa allí dentro.
Recuerdo el caso de una niña, hace ya muchos años, que se negaba a ir a la escuela. Pero nunca había asistido a clase, debía empezar primer grado.
Todos sus hermanos mayores concurrieron normalmente a la escuela, pero esta niña se nagaba. Llegaba llorando a acompañada por la madre a veces, hermanos, el padre incluso decidió un dia llevarla en auto, pero no consiguió que la niña se soltara de la puerta del vehículo. Era una situación casi dramática, una familia completa en un auto, tratando de arrancar por la fuerza a una niña que chillaba desesperadamente.
No hubo poder que hicera que la niña pisara siquiera la vereda de la escuela.
Perdió el año escolar. No se que habrá pasado al año siguiente con la niña, si habrá logrado al fin resolver su conflicto.
¡Las personas somos tan complejas!

Además de maestras debiéramos ser psicólogas para poder desentrañar cada sufrimiento que vemos aflorar a unos ojos con lágrimas.

Y transcribiré aquí las palabras de Eva Salinas, gran maestra asturiana, quien muy acertadamente expresó en su comentario:
Trabajamos con cabecitas guiadas por corazones, y eso es lo más frágil que existe.

martes, 16 de marzo de 2010

MUJERES


He leído hoy un artículo acerca de nuestro día, EL DÍA DE LA MUJER.
Expresa en una parte que las mujeres trabajamos mucho, en la casa y fuera de ella y que a los hombres se les han ido quitando algunas responsabilidades de sus mochilas.
Pero disiento un poco en este sentido.
Por estos tiempos algo está cambiando.
Siempre digo que "he sido una vanguardista", porque desde los tiempos del comienzo de mi matrimonio , hace ya casi 30 años, cuando la mayoría de las mujeres de mi edad se rompían el alma para hacer todos los trabajos de la casa, atender a los niños y a los esposos como si estuviesen en un hotel y trabajar además fuera del hogar, yo opté por compartirlo todo con mi esposo, lo hice partícipe de todo: Cambiar los pañales de los niños que llegaban al mundo uno tras otro, preparar sus biberones, darles sus vacunas, llevarlos al jardín cuando yo no estaba...Claro, que no me resultó para nada una tarea fácil. Hubo que romper esquemas y tradiciones. Tomé muy en serio esto, como parte del precio a pagar por ser maestra.
Hubo una suerte de choque en las familias de mi esposo y en la mía propia cuando descubrieron que DELEGUÉ LA COCINA AL HOMBRE DE LA CASA.
Tuve que luchar con las miradas y comentarios atroces de mi madre como este:
-Yo jamás permití a tu padre tocar ni la tapa de la olla, qué hace ese hombre en la cocina!
O de mi suegra cuando decía:
-Si no está el padre no hay quién cocine-
Era una lucha terrible, a pura espada y lanza, pero no desistí.
-El matrimonio es de a dos. Los hijos son tanto del padre como de la madre- Repetía yo cada vez que tenía una oportunidad. No puedo estar al mismo tiempo en la casa y en el trabajo.
Tuve que reconocer que sola no podía con todo. Necesitaba auxilio.
A veces nos quedan sentimientos de culpa, ya que nos perdemos muchas cosas, que lejos de ser trabajos son momentos impagables e irrepetibles, sin replay, como lo son el hecho de acompañar a nuestros hijos en su primer día de clases, o verlos actuar en las fiestas escolares...
Y bien, no pasó nada.
Mi esposo disfrutó mucho de nuestros hijos, y lo continúa haciendo. No se pierde oportunidad de compartir sus tiempos. Se creó, eso sí, un vínculo muy fuerte entre ellos.
Creo que hemos criado a nuestros hijos con total equilibrio y sin traumas.
Mis tres hijos varones cocinan maravillas, como su padre. La niña, igual que la madre, en la cocina es poco creativa.
Pero todo está bien, y todo el mundo aceptó nuestras reglas familiares.
Ni los hombres son menos hombres ni las mujeres nos sentimos menos mujeres por compartir las tareas del hogar.
Hay que reconocer que a las mujeres nos cuesta dar participación a los hombres y ceder algunos espacios.
Aún no hemos inventado el día del hombre, creo que estamos en deuda.

domingo, 7 de marzo de 2010

SOBRE LA MAGIA DE LAS PALABRAS


Toda la familia está pendiente de aquella primera mágica palabra que pronunció el bebé.
La maestra de primer grado está embelesada con la primera palabra que logró leer o escribir su alumno.
Gracias a la magia de la palabra nos es posible intercambiar opiniones, experiencias y sentimientos.
Siempre he pensado con mucha pena en las personas agonizantes, no tanto por lo que puedan sufrir a causa del dolor físico, sino porque me resulta mucho más terrible pensar que teniendo necesidad de expresar algo no puedan comunicarlo a causa de haber perdido el don de la palabra.
Hay quienes hacen de la combinación de letras y palabras arte.
Hay quienes teniendo pocas palabras disponibles expresan maravillosos pensamientos.
Hay quienes hablan hasta por los codos sin comunicar mucho.
Hay quienes hasta con sus silencios logran expresar sentimientos.
A mí me fascina interpretar mensajes entre líneas, lo que dijeron o escribieron mis alumnos y decodificar qué quisieron expresar más allá de las palabras.
Las palabras tienen magia.
Leer-escribir-hablar-escuchar-acordar-interpretar-imaginar-inventar-recrear-disfrutar-fascinar.
La PALABRA es herramienta fundamental a la hora de comunicar, de conciliar y de apropiarnos de conocimientos y cultura, en definitiva de educar, que es nuestra tarea específica.
Que no nos falte la PALABRA, maravillosa manera de crecer permanentemente y mantenernos jóvenes, porque cuando dejemos de crecer comenzaremos a envejecer independientemente de nuestra edad cronológica.

miércoles, 3 de marzo de 2010

A LOS PADRES DE MIS ALUMNOS




Tu hijo es el mejor regalo que te ha brindado la vida.
Necesita que lo escuches aunque estés muy cansado, aunque el sueño te domine.
Abrázalo, dile AHORA lo mucho que lo quieres, aunque tengas mil cosas que hacer, aunque esté interrumpiendo tu trabajo, aunque tu tiempo sea oro. Justamente por eso, porque este tiempo ya no ha de regresar, aunque quieras pagar oro por ello.
Interésate por sus triunfos y sus fracasos, pregúntale cómo salieron hoy sus cosas.
Y no pienses que a los niños por ser niños siempre les va bien.
Hace poco un alumno me dijo:
"Seño, ¿usted cree que a los chicos nunca nos va mal? A nosotros también algunas veces nos va bien y otras mal".
Habla a menudo con él, haz que se sienta acompañado y apoyado. Él, igual que vos diariamente se enfrenta a la vida y debe sortear dificultades.
Trata de descubrir para qué es bueno, porque seguro que es el mejor en algo, si no es en el cálculo será en redacción o en lectura, quizá sea bueno pateando penales o atajándolos, inventando cuentos o chistes, patinando, actuando, jugando ajedrez, pintando o cantando, recortando, zapateando...
Estimúlalo ante el acierto, acéptalo ante el error. ¿O es que acaso no tenemos todos derecho a equivocarnos y aprender de nuestros propios errores?
Ámalo. Ámalo tal y como es, con sus defectos y sus virtudes, con sus aciertos y sus errores, con sus alegrías y sus silencios.
Porque necesita sentirse amado para crecer, y porque es un niño, como el niño que tú fuiste, como el niño que, si buscas bien, aún vive dentro tuyo.

Con cariño:
Nancy - La maestra de tu hijo.