Hoy, leyendo un artículo de Miguel Ángel Santos Guerra, ese maestro maravilloso español que tuve la suerte de conocer en un congreso nacional en San Francisco, traje a mi memoria algo que me sucedió hace muchos años. Era yo maestra rural y daba clases en una escuelita de campo que distaba más de veinte kilómetros de mi pueblo. Cada madrugada me levantaba para viajar hasta mi destino con un camión que entraba a todos los campos para retirar la leche de los tambos. A la vuelta tenía que hacer dedo, pues no contaba con medios de movilidad ni con solvencia para acceder a uno, era sólo una maestra suplente.
Aquella siesta de calor agobiante, había caminado ya una legua por el camino polvoriento sin que ningún vehículo pasara, o si lo habían hecho no había tenido nadie la gentileza de parar y acercarme, al fin y al cabo nadie tenía obligación, y no era culpa de ellos que yo no tuviese dinero para pagar un remis, o comprarme un auto, o acceder siquiera a un teléfono celular para pedir auxilio.No,me estaba olvidando que en esa época no existía esa tecnología, ni siquiera los llamados ladrillos que hoy pasaron a la historia, por lo menos en nuesto páis no, en las películas sí se veían, pero eran adelantos de otros mundos, acá aún estaban lejos de llegar.
Ya muy cansada, recuerdo que me detuve un rato a la sombra de un árbol del camino para reponer fuerzas,a punto de llorar, aunque fuera ésto algo inútil. De pronto apareció alguien de la nada, una mujer desconocida vino trayéndome agua fresca, me llevó a su casa, me hizo sentar a su mesa para que almuerce con su familia, que era desconocida para mí. Cuando yo estuviera bien, recién después de almorzar, me acercaría hasta el pueblo. Yo jamás olvidaría este gesto. Fue una de las más grandes lecciones de vida que he recibido.
Pasó algún tiempo, y una persona de mi pueblo me aseguró que esa era una mala mujer, infiel a su esposo, bígama y no sé qué otras cosas más, a la que sólo atiné a responder:
-¿Qué me importan a amí sus pecados? Sólo por una acción ella se ha hecho merecedora del Reino de los Cielos, porque "tuve sed y me dio de beber, tuve hambre y me dio de comer"
¡Ojalá pudiera contar el mundo con más pecadoras de esa índole!.
sábado, 1 de noviembre de 2008
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1 comentario:
Hola Marull, soy Danaliamar, gracias por tus palabras y te visité, muy bueno tus comentarios, sobre la invidia entre colegas.
Y no estés triste, al contrario estate contenta que tu hijo emprendió vuelo. A mis se me fueron 4 a España, ya hace 8 años, y muy jovenes por cierto, solo con 17 y 19 años, escribime y te cuento más. Un besote.
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