miércoles, 2 de julio de 2008

¿QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO?

Hoy en todos los medios se vieron escenas de violencia de un alumno hacia un docente. Me quedé perpleja. Vi luego la imagen de un padre llorando, y de una madre tratando de disculparse. Sentí lástima y vergüenza ajenas.
Esas escenas recorrieron el planeta en unos pocos instantes. ¿Qué está sucediendo?
-La educación viene del hogar- Opinaron algunos. -La maestra no supo poner límites- Arguyó otro. -El alumno quiso llamar la atención- Expresó algún otro-
Y yo me quedé pensando en esa maestra. ¿Cómo estará ahora en su casa?
Seguramente llorando. Porque a nadie le deseo los momentos que vivió, mientras un alumno la agredía verbal y físicamente, se burlaba, la empujaba , tironeaba... Hubo otro que con un celular lo filmó todo, el que mostró las imágenes. Y hubo más de veinte adolescentes que asisitieron a la escenas con total mutismo, sin intervenir, sin hablar, sin jugarse por nadie... Ese silencio, esa falta de solidaridad, de compromiso, ese no jugarse, no meterse , fueron actitudes que también me preocuparon.
Sentí que eso era cualquier cosa menos un aula, un equipo de trabajo. Qué lástima, pensé para mí, cuanto tiempo y saberes tirados a la basura!
¿Qué hubiera hecho si yo hubiera sido esa docente? ¡Qué situación tan difícil! Creo que no hubiese dejado llegar las cosas a ese punto. Si de pronto me hubiese quedado sin autoridad, se supone que en toda institución debe haber un directivo que pueda auxiliar, por decirlo de alguna manera; en el último de los casos hubiese abandonado el aula y llamado a la autoridad, antes de permitir que un alumno, por alto y fornido que fuese, llegara a tironearme; creo que inconcientemente ella dejó llegar la situación a ese punto y de algún modo ayudó a provocarla. En ningún momento intentó hablar,ni con ese alumno ni con el grupo, que con su silencio era también partícipe de la agresión.
Estamos en el siglo XXI y en la era de la comunicación, y eso es algo para tener en cuenta y tomar en serio. No podemos meter saberes en las cabezas de los chicos como papeles abollados en un tarro de basura.
Yo noté que ella pretendía dar su tema como una obligación, pero sin procurar conexión con el grupo.
También noté su temor e inseguridad. Temor a actuar.
¿Por qué tanto miedo? Serán tan TEMIBLES esos chicos?
¿Qué hubiese hecho, usted Madre o Padre en su lugar?
Yo estoy segura que ese adolescente pide a gritos un hasta aquí, pero los tiempos son cortos, ahora es grande y mide un metro noventa. Los padres se limitan a llorar o pedir disculpas cuando es demasiado tarde, en lugar de dejar que el mismo alumno se haga cargo de su falta.
Ningún niño se trauma por una cachetada dada a tiempo, ¿o es que acaso no nos la dieron a nosotros alguna vez y hoy estamos profundamente agradecidos a nuestros padres, que supieron corregirnos a tiempo?
Gracias a Dios recibí mi cachetada a tiempo, y me aseguré de que mis hijos la recibieran si fuera necesario. Jamás pasé un papelón gracias a ellos, por el contrario, son hombres y mujeres de bien, que me adoran y me llenan de orgullo.
Me solidarizo con esa docente, pero al mismo tiempo me da lástima tanto tiempo, esfuerzo y saberes echados a la papelera.
Mientras los profesores y los alumnos sigan siendo desconocidos que deben dar unos, y recibir los otros una determinada currícula, unos determinados contenidos y nada más, mientras no se logre crear en los establecimientos grupos de personas trabajando en equipo, se nos va a hacer cada vez más cuesta arriba la educación a todos.
Esos adolescentes, más que una brillante exposición estaban pidiendo con su maltrato, sus gritos, su indiferencia, sus silencios, una REFLEXIÓN, una conversación verdadera, en fin, faltó comunión maestro-alumno en el aula.
De verdad que no es algo fácil lograrlo. Es lo más difícil de nuestra profesión, pero sin dudas lo que más nos llena el alma a todos y nos hace crecer de verdad.