martes, 6 de abril de 2010

LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS




Hay quienes sostienen que existe una generación adicta a las nuevas tecnologías, esos cables infernales que mantienen conectadas a las personas aún desde los más recónditos lugares del planeta.
Pertenezco a otra generación, la de los teléfonos con aquellas lentas operadoras, aquella misma generación que vio por primera vez la televisión en blanco y negro en la casa del vecino rico (suelo contarles esto a mis alumnos y me miran como si les hablara desde un antiguo libro de cuentos de ficción), sin embargo hoy no podría ni imaginar mi vida sin el Internet o sin la Telefonía Celular (CTI, aquí no los llamamos móviles, sino celulares o CTI), sería una pobre huérfana de hijo, ya que mi primogénito vive en España desde hace dos años y desde entonces no puedo abrazarlo ni tomar mates con él.
El Internet y el CTI me ayudan a estar a su lado. Lo siento cerca. Sé que hoy se fue de pesca, compartimos el mate aunque más no sea cada uno en su monitor, con su propio mate y viéndonos por la Web Cam.
Mis abuelos se vinieron de Europa y nunca más supieron de sus familias. Eso debe haber sido muy doloroso.
Sólo cuando mi hijo se marchó pude ponerme en la piel de mis bisabuelos, y la verdad no es para nada gracioso estarse allí. Duele, duele infinitamente.
Hace dos años que vivo preguntándome cómo habrán podido asumir tanta ausencia, cómo asimilar tantas nostalgias, cómo resignarse a no volver a abrazar jamás a sus seres más queridos.
Hace algún tiempo le dije a mi paralela de grado: Si no nos interiorizamos de las nuevas tecnologías seremos analfabetas.
Necesitamos estar un poco a la vanguardia, ya todos los niños, por pequeños que sean conocen cómo funciona el chat, un correo electrónico o cómo subir una foto o un vídeo a la red.
No podemos correr detrás de nuestros alumnos ignorando qué ven, qué espacio virtual visitan, si éstos son o no aconsejables; es preciso que aligeremos un poco el paso, pasar adelante para seguir iluminando el sendero, ya que es esa nuestra misión, por eso nos llamamos maestros.
Fue entonces cuando comenzamos a hacer cursos para poder incursionar en estos medios, que si bien a veces nos sumergen por horas frente a un monitor, desconectados del mundo cercano, también nos informan, nos educan, nos comunican.
No obstante en Argentina, me atrevería a afirmar que sólo dos de cada diez docentes, incluyendo directores e inspectores, están capacitados para buscar una información en la web, enviar planillas o archivos por e-mail, bajar un archivo a un disco, colgar fotos en la red, bajar música o vídeos de la web, y otras tantas actividades, que no son pasatiempos, sino trabajos.
Muchas personas de mi generación y mucho más jóvenes aún tienen aversión o temor a prender una computadora. Es una pena.
TODO EN SU MEDIDA Y ARMONIOSAMENTE, escribió un gran estadista argentino.
No nos vayamos a los extremos. No debemos dejar que nos absorban al punto de esclavizarnos, pero no podemos vivir de espaldas a la realidad.
Debemos ser un poco humildes y reconocer que nuestros alumnos en esto nos llevan ventajas. Aprendamos de ellos, el maestro debe enseñar y aprender de por vida.
Los avances tecnológicos están a nuestro alcance enhorabuena.
Debemos administrarlos correctamente, es nuestra reponsabilidad como actores de la educación.
Ningún adelanto es malo, a mi juicio, lo malo puede llegar a ser el mal uso que hagamos de ellos.
Sólo hay que estarse con los ojos bien abiertos.

jueves, 1 de abril de 2010

ACERCA DE LA LEY, LA NORMA Y LA TRAMPA


Las leyes y las normas.
Las leyes están hechas para ser cumplidas.
La ley es la ley.
Sin normas el mundo sería un caos.
Si no existieran las normas, la convivencia sería imposible.
Hasta allí todo bien.
Pero…hecha la ley, hecha la trampa.
¿Por qué nos resulta tan difícil ajustarnos a las leyes?
¿Por qué tan a menudo las transgredimos? ¿Por qué el rechazo a cumplirlas a rajatabla? ¿Cuál es el origen de la resistencia?
Pareciera un designio ancestral, heredado desde tiempo inmemorial, allá por la época de la Colonia, cuando las autoridades tan distantes, aquellos lejanos Reyes de España nos imponían sus normas sin consensuar ni consultar. Creo que de allí viene nuestra resistencia a someternos a la ley.
Tenemos quizá un concepto equivocado, lo hemos internalizado mal, nos hicieron entender que la ley es sinónimo de sometimiento.
Pero claro, es que esas no eran leyes hechas a nuestra medida.
Me parece que a estas alturas de nuestra historia debiéramos ir entendiendo, o tratando de entender, que las leyes deben ser pensadas para que nos sirvan a nosotros, y no para que nos esclavicen, condenándonos a la infelicidad. Por el contrario, debieran estar concebidas para hacernos justos, ecuánimes, felices.
Muchas veces las leyes no están mal pensadas, mal redactadas ni mal establecidas, pero sí mal aplicadas.
Así el jefe se escuda en la ley para someter al subalterno con autoritarismo disfrazado de autoridad.
“Yo podría permitirte entrar, pero es hora de cerrar, la ley es la ley, lo lamento, está cerrado”.
“Ya sé que tu auto se quedó atascado en el camino de tierra por la lluvia y el barro, pero no llegaste a tiempo, lo lamento, tienes la falta”.
Y así podría citar miles de ejemplos.
Hay personas que gozan con el sufrimiento de otras.
Pero también hay personas que interpretan la ley de manera diferente. Son humanas. Saben hacer otra lectura. No es que todo esté permitido, pero flexibilizan.
Y así, hablando en la jerga escolar se suele escuchar:
-Puedes hacerlo, pero recuerda que existe una norma. Será la última vez-
Es cierto también que muchas veces uno les da la mano a los niños y ellos se toman el codo.
Aunque nadie puede negar que muchas veces los niños necesitan realmente ir al baño, o tomar agua, o de verdad olvidaron de la tarea sobre la mesa...
Entonces uno no sabe en algunas ocasiones cuál es la manera correcta o más aceratada de actuar.
Tal vez sea más fácil ajustarse a la norma, ser rígido, exigir que se cumpla, que cada quién se atenga a las consecuencias, hacer caer todo el peso de la ley.
La verdad no sé.
Generalmente me inclino por pensar desde el corazón que la rigidez es una cualidad de las rocas, y no de los seres humanos.