miércoles, 25 de junio de 2008

YO OPTO POR CONFIAR


Hoy un adulto me dijo:
-En tu aula hay un grupo de niños solos-
A lo que respondí:
-Sí, yo los he dejado para ayudar a este otro grupo. Ellos están trabajando y me han prometido que van a hacerlo bien, responsablemente y solos.
Entonces esa persona me dijo:
-No debes confiar en los chicos-
Quedó la frase dando vueltas en mi cabeza:
"No debes confiar en los chicos"...sonó mal a mis oídos, como si dolieran.
(Demás está decir que los niños trabajaron bien, hasta me atrevería a decir que mejor que si yo estuviese, sabiendo que deposité en ellos mi confianza).

Sí, entiendo. Yo también soy adulto y tengo temores...
Me he quedado pensando...reflexionando...

Yo opto por confiar en mis alumnos. Pero eso tiene su costo y sus riesgos. Pienso pagar los costos y correr los riesgos…
Comenzaremos creando y estableciendo las normas en el aula. Pensando como equipo.
Porque se supone que eso somos. Un grado debe ser un equipo, con todas las letras.
Tenemos que formar diariamente, además de aprender contenidos y saberes de la currícula en vigencia, la conciencia de grupo. Esto se aprende, pero no de un día para el otro, sino a largo plazo. Un año es un tiempo satisfactorio, en ese lapso se pueden lograr muchas cosas.
Una vez establecidas las normas de manera democrática- que los niños a la hora de dictar sus propias leyes son bastante estrictos y exigentes-, comenzaremos a cumplirlas.
El maestro debe ser el primero en cumplir esa ley a rajatabla, debe dar el primer paso y, ante todo el ejemplo.
Un sitio donde no nos conviene ubicarnos es en el de juez, seamos más bien parte integrante del gran jurado, un cuerpo de justicia formado por todos, en el que debemos incluirnos.
Menos conveniente aún es la postura del vigilante. Empecemos respetando nuestro rol, somos maestros, no vigilantes.
No nos convirtamos en espías de los niños, tratando de descubrir a cada momento cuándo infringieron la ley.
Seguramente las van a transgredir, sobre todo al principio.
Es mucho más fácil el camino de las prohibiciones:Esto no, aquello no, lo otro tampoco…así no van a equivocarse, no cometerán errores, ¿Para qué correr esos riesgos?...
Corre menos riesgos el pájaro en la jaula que en la libertad del monte, pero… ¿Cuál crees que será más feliz? ¿Qué espíritu habrá crecido más?
No existe nada mejor que el debate, y sin tanto protocolo, un momento de silencio en la sala, alguien dirá en qué momento la norma fue vulnerada, y, poco a poco, por turnos, a su debido tiempo, irán escuchando las diversas ponencias, sin juzgar, aunque sí, cuidando que se respete el orden en los turnos.
Es bueno anotar en el pizarrón hechos puntuales, sugerencias, reflexiones y pensamientos que vayan surgiendo espontáneamente.
Al final arribaremos a una conclusión, acompañándola con un propósito, una propuesta de cambio de actitud.
Si la propuesta viene de ellos, seguro que la van a conquistar, aunque tal vez no en el primer intento, pero no debemos ser tan ansiosos.
Poco a poco, un paso a la vez.
Todo camino, sea largo o breve, jamás ha podido ser recorrido sin que alguien haya dado el primer paso.
Aprendamos a otorgar libertades a nuestros alumnos, confiemos, soltemos un poco sus alas, sino ¿cómo pretendemos que aprendan a volar?
Aquellas personas incapaces de dar libertad, seguramente carecen de ella, no poseen un espíritu libre, nadie puede dar de lo que no tiene…
Crear y respetar normas es el único camino que nos lleva a vivir en libertad, y no olvidemos que de la misma manera que se aprende a leer leyendo, y a caminar caminando, a ser libres se aprende sólo con el buen ejercicio de la libertad.
Por eso repito: yo confío en mis alumnos, y correré los riesgos…

viernes, 13 de junio de 2008

LA ALFORJA




Después de muchos años de andanzas por distintas escuelas y antigüedad acopiada fuera de mi pueblo, de caminos de campo transitados en sulkys, jardineras, camiones lecheros, motos, bicicletas…
Distancias caminadas a pie en medio de la nada, esperando que alguien pase, extendiendo la vista hacia el círculo distante del horizonte.
Horas al costado de alguna ruta bajo el sol, la lluvia, las heladas, con el temor al viajero desconocido que detiene su camión y te observa con lascivia.
Después de muchas campañas de vacunación y censos poblacionales, campamentos, excursiones, caminatas, bicicleteadas, barrileteadas…
Luego de encariñarme y despedirme de tanto niño que ama y se marcha, abriendo heridas que sangran y cierran, sangran y cierran...
Después de tanto amor derrochado lejos de mi pueblo, de tantas angustias lejos de mi casa, de tantas horas sin disfrutar de mis hijos que crecieron tan pronto, después, en fin, de tantos años de elegido exilio, vuelvo a mi pueblo.
Casi al borde del retiro o la esperada jubilación, me parece mentira poder salir de mi casa veinte minutos antes de la entrada a clase y caminar las pocas cuadras que separan mi hogar de mi trabajo.
Hoy me he puesto a pensar en las cosas que he dejado y he traído a lo largo de mi paso por tantas escuelas.
Me imaginé primero una mochila, pero se me ocurrió demasiado chica. Tal vez una valija… ¿O resultaría grande?
Y reflexioné sobre la alforja de aprendizajes que acarrea cada ser humano a lo largo del camino de su vida.
De cada persona que aprecio he ido guardando cuidadosamente un regalo: el valor para decir las verdades de frente va sin envoltorio, la diplomacia para que duelan menos está prolijamente doblada, la sencillez en un rinconcito, la tolerancia en su caja brillante, la solidaridad envuelta en un pañuelo de seda. La prudencia en un sobre…La humildad casi no se ve, porque es pequeña y transparente…
¡Cuántas cosas valiosas fui recogiendo sin darme cuenta!
Y me pregunto ¿Cuántas más iré a recoger aún?
¿Tendré que ir dejando algunas? ¿Alguien me regalará la sabiduría que se necesita para escoger?
Y, sobre todo ¿Habré sido lo suficientemente generosa como para hacer algún regalo valioso?
¿Habrá quién aún conserve en su equipaje algún pequeño obsequio mío que le haya sido útil en ese viaje de ida?
¡Ojalá que sea así! Porque de lo contrario, ¡qué en vano habré recorrido el sinuoso e incierto camino de mi existencia!

lunes, 9 de junio de 2008

LO ESTOY INTENTANDO

Hoy una niña me dijo:
-Señorita, esto no me sale. Yo no lo hago. Es muy difícil.
-Pues, inténtalo una vez más.
-Bueno, pero si me sale mal, es por que lo estoy intentando.

¡Qué linda frase! Y con qué espontaneidad y frescura fue dicha.
-Por supuesto. Si lo intentas te puede salir mal o bien. Si no lo intentas, es seguro que nunca te equivocarás, pero nunca te habrás brindado la oportunidad de hacerlo bien.
Recuerden el día que aprendieron a andar en bici.
¿Acaso alguien salió pedaleando sin ninguna dificultad, sin caerse, sin darse un porrazo?
Cada problema nuevo es un reto, un desafío nuevo.
A veces los chicos se niegan a pensar para resolver situaciones nuevas, y yo me pregunto: ¿A qué se debe?
Creo que algunas veces es por temor a equivocarse, a quedar en ridículo ante la clase, frente a sus compañeros.
Aunque muchas veces es por comodidad.
Claro. Si hoy todo viene hecho. Desde el mapa hasta la leche chocolatada.
¿Cuántos niños saben prepararse la leche?
¿Cuántos saben ponerse el reloj y levantarse para ir a la escuela sin que sus padres los despierten?
A veces somos los adultos los que, por evitar que los niños se equivoquen, por no aceptar que tienen que cometer errores, preferimos darles las cosas servidas, y no nos damos cuenta que les estamos quitando oportunidades de aprender a resolver sus propios problemas, de manejar sus vidas, de ser autónomos.
Y lo que es peor, cuando algo les sale mal los retamos, en lugar de estimularlos y alentarlos para que sigan avanzando hacia lo correcto.
No es malo ver trabajos borroneados después de los repetidos intentos, y no debemos cansarnos de observar la voluntad puesta en cada viaje que los niños realizan desde sus mesas de trabajo hasta nosotros, para consultarnos.
Lo que en realidad importa, es que al final del desafío cada niño haya podido arribar a una conclusión y se sienta seguro de poder resolver otra situación semejante a partir de esa consecución.

Debemos estimular a los chicos a pensar y resolver sus propios problemas. A intentar una y otra vez alcanzar sus metas. No poner tanto énfasis en lo que está mal, sino reparar en sus ganas de superarse, orientándolos por otros caminos posibles para alcanzar la resolución, reconociendo siempre lo que está bien hecho.
Indiquemos dónde está el error, sin poner con nuestra lapicera lo correcto, pues esto es como decir:
-Está mal. Caso cerrado. Perdiste la oportunidad de hacerlo bien.
Yo prefiero decir:-Te equivocaste aquí. Pensá, hacelo de nuevo y volvé.
A menudo ellos dicen:
-¿Todavía estoy a tiempo de sacarme un Excelente?
Siempre tienen que estar a tiempo.
Y ¡ojo!, que eso no es regalar nota. Es sólo acompañarlos para que ellos la consigan.
Esto importa en la educación de los niños, porque crea una actitud positiva frente a los desafíos de la vida diaria.
Y sabido es que las actitudes positivas, así como las negativas, son en cierto modo “contagiosas”.
¡Y qué bien nos vendría a todos el Virus de la Actitud Positiva! (V.A.+)

LA LLAVE DEL CORAZÓN

Muchas veces los maestros nos quejamos de nuestros alumnos.
-Hoy Fulanito no hizo nada. No trabajó. Molestó a todo el mundo, descontroló a los demás. Ni te cuento las palabrotas que dijo. ¡Irreproducibles! Lo mandé a la dirección, pero de allá vino peor.
La pobre maestra ad-honorem, ayer salió de la escuela llorando. Ya mandé llamar a la madre, pero ella dice que también la hace morir. Que ya no sabe más que hacer con él.
Y a mí también se me agotan los recursos. ¿Qué hago? Tal vez suspendiéndolo por unos días escarmiente, recapacite y venga a la escuela con más ganas de trabajar.
¿Qué maestra no hizo alguna vez estos comentarios u otros parecidos entre sus compañeras?
¿Quién no sufrió alguna vez este flagelo en una escuela de pueblo, común y corriente?
¡Cuántas veces he llegado a mi casa con todo esto dando vueltas en mi cabeza! El caso Fulanito.
Después de reflexionar y experimentar personalmente, entendí que mejor que preparar clases especiales para Fulanito, es averiguar qué le está pasando.
¿Por qué actúa así? ¿Qué me está queriendo decir?
Yo lo siento distante. Me está arrojando piedras para que lo mire. Está necesitando una cuerda salvadora por que se halla en dificultades.
No lo puede decir. No sabe a quién decírselo ni cómo. Está pidiendo auxilio. Veamos qué se puede hacer.
Fórmulas mágicas, no existen. Pero sí, con el correr de los años, aprendí algunas cosas, mitad experiencia, mitad surgidas espontáneamente no sé de dónde. Llamémoslo vocación, o una especie de pasión por querer transmitir algunas cosas buenas y útiles que la vida a uno le ha ido revelando. Enseñanzas de vida.
¿Me he acercado a Fulanito? ¿Lo he mirado sostenidamente a los ojos? ¿Le he dicho que lo quiero mucho y que tengo un par de cosas que enseñarle, que le van a ser útiles en la vida? ¿Lo he abrazado alguna vez? ¿Le he acariciado la cabeza?
No es tan fácil. Porque Fulanito tiene olor. No se baña. Además está siempre lleno de moco.
Pero… ¿Te preguntaste quién hay detrás de ese Fulanito mal educado?
¿Sabés quién hay debajo de ese Fulanito mal higienizado?
Probá buscarlo. Probá descubrirlo. Miralo a los ojos. Llamalo por su nombre. Decile “te quiero”.Preguntale qué le pasa, qué problema tiene. Hazle saber que puede contar con vos para lo que sea. No le grites aunque él te grite. Haz un esfuerzo por no perder el control. Contá hasta diez. Hasta cien, si es preciso. Concédele algunos permisos especiales. Escucha algunas de sus razones. Hazlo sentir importante, bueno para algo, el mejor en algo.
Te vas a sorprender cuando descubras al verdadero Fulanito. El Fulanito sin máscara y sin armadura. El alma desnuda de Fulanito. Vas a ver qué cosas lindas hay detrás de esos ojos que a veces hasta se llenan de lágrimas. Te vas a emocionar. Es lo más hermoso de ser maestra. Doy fe. Vas a ver que vale la pena buscar hasta encontrar la llave de su corazón. Y si después de todo eso no pudiste llegar al corazón de Fulanito, es una verdadera lástima. No Sabés lo que te perdiste.

LA FRUSTRACIÓN

Una de las cosas que daña la relación maestro-alumno es la frustración.
En ocasiones pretendemos que nuestros alumnos se apropien de algún concepto, y ponemos en ello nuestra energía. Intentamos mostrarles el camino correcto, procuramos que razonen, que deduzcan, que lo descubran.
Interrogamos, retomamos caminos ya transitados por sus conocimientos, los conducimos para que observen, comparen, damos paso al diálogo, a la participación, a la interacción, en fin, empleamos todo cuanto está a nuestro alcance para que ellos puedan arribar a una conclusión.
No obstante, hay alumnos que no lo consiguen, ya sea por que no es algo significativo para ellos, porque están cansados, lo cual sabemos, disminuye el poder de concentración, y por ende la capacidad para razonar, por que se distrajeron a raíz de algún conflicto que los aqueja, quién sabe…
Lo cierto es que esa desatención nos hace sentir frustrados.
Y he aquí que la frustración hace sentir rápidamente su efecto maléfico.
El no logro de los objetivos es frustrante tanto para el docente como para los alumnos.
La frustración es un estado de ánimo desagradable, un sentimiento, es sentir que hemos fracasado.
Y este es un estado que con seguridad lleva a tomar decisiones equivocadas a ambas partes
Puede suceder que el alumno:
* Lo abandone todo, deje de trabajar.
* Se disperse.
* Se levante y agreda a alguien, pues debe liberar la rabia que produce la frustración.
* Borre tantas veces que rompa la hoja y llore.
* Provoque ruidos molestos.
* Arroje avioncitos o bolitas de papel masticado.
* Se vaya al baño so pretexto de que ya no aguanta., etc.
Por su parte, el docente puede llegar a tomar decisiones equivocadas:
* Retar a todos por que no son capaces de pensar.
*Experimentar sensación de impotencia.
*Pasar a otro tema, pues si algunos pudieron entenderlo, los demás tuvieron la misma oportunidad.
* Poner una baja calificación a quien no haya logrado realizar correctamente la actividad.
Y así estará planteada la situación.
Al final de la jornada saldrán de la escuela unos niños con una carga negativa, que si bien nadie ve, pesa sobre sus espaldas.
Y de los maestros ni hablar.
Ceños fruncidos. Dolores de cabeza y de estómago. Agotamiento. Irritabilidad. Sin humor para hacer ni soportar bromas.
Y es sabido cuán difícil es dejar todo ese bagaje en la puerta de la escuela. Es algo utópico.
A los sentimientos no te los podés sacar como al guardapolvo. La frustración es la frustración. Te la llevás puesta.
Y no es tan fácil evitarla, pero tampoco es imposible.
He aquí algunos consejos que me han resultado muy útiles a la hora de combatir ese estado afectivo que influye negativamente sobre los comportamientos de las personas.
*No digas no puedo.
*No bajes los brazos.
*No te rindas sin haber dado batalla.
*En la vida casi nada sale bien en el primer intento.
*Reconocerás que no te las sabes todas.
*Te jugarás por lo que quieras.
*Harás frente a aquello que te da miedo.
*Perdonarás tus propios errores.
*Equivocarse es algo natural en los seres humanos.
*Si no puedes hoy, tal vez mañana logres tu objetivo.
* Todo lo que te suceda, por malo que te parezca, tiene su lado positivo.
Porque los seres humanos siempre nos merecemos otra oportunidad.
Si logramos entender y asimilar todo esto, seguro que habremos creado un clima de comunicación más fluido y agradable, de distensión, de acuerdos, de negociaciones responsables y maduras. Sin presiones ni represiones. Habremos logrado un cambio de actitud en nosotros y en nuestros alumnos. Habremos dado un paso más hacia el encuentro maestro-alumno.

EL HONOR DE LLAMARNOS MAESTROS

No existe el aprendizaje, si no hay un punto en el que se encuentren los alumnos con su maestro. Y éste es un estado de espíritu que no siempre se puede lograr en las aulas.
Durante todo mi transitar por la docencia, me he esmerado en leer, estudiar, reflexionar sobre mis prácticas, pero sobre todo he tratado de descubrir los diversos caminos que llevan a esos encuentros, tanto con los grupos, como con cada niño en particular.
Cualquier esfuerzo será poco mientras estemos empeñados en acortar las distancias que impiden el encuentro entre cada alumno y su maestro.
A partir de ese encuentro recién podremos pensar en transferir algo de lo que sabemos y a la vez aprender algo de lo que ellos pueden enseñarnos, porque si somos verdaderos maestros, estamos llamados a enseñar y aprender durante toda la vida.
Cada niño tiene un mundo propio, y cada maestro que la vida, las circunstancias y el destino le hayan asignado, tiene el deber de escuchar, atender, entender, adivinar (por qué no)...qué es aquello que se interpone entre esos dos mundos, para poder acercarse y acceder a cada uno de esos universos, dar ese paso mágico que nos permita ingresar como quien atraviesa un espejo, conocerlos y compartirlos de alguna manera, sean estos brillantes u opacos, tristes u alegres, felices o desdichados.
Meternos, involucrarnos, comprometernos. Crear vínculos.Tomar en serio a cada uno. Considerarlo una persona que tiene posibilidades, que es capaz, que puede aprender como los demás. Y hacérselo saber, y hacércelo creer.
Pero por sobre todas las cosas prodigar afecto a nuestros discípulos, eso es, el afecto es un componete indispensable a la hora de transferir conocimientos...
Creo que esta comunión es lo único que justifica el honor de llamarnos maestros.