lunes, 9 de junio de 2008

LA FRUSTRACIÓN

Una de las cosas que daña la relación maestro-alumno es la frustración.
En ocasiones pretendemos que nuestros alumnos se apropien de algún concepto, y ponemos en ello nuestra energía. Intentamos mostrarles el camino correcto, procuramos que razonen, que deduzcan, que lo descubran.
Interrogamos, retomamos caminos ya transitados por sus conocimientos, los conducimos para que observen, comparen, damos paso al diálogo, a la participación, a la interacción, en fin, empleamos todo cuanto está a nuestro alcance para que ellos puedan arribar a una conclusión.
No obstante, hay alumnos que no lo consiguen, ya sea por que no es algo significativo para ellos, porque están cansados, lo cual sabemos, disminuye el poder de concentración, y por ende la capacidad para razonar, por que se distrajeron a raíz de algún conflicto que los aqueja, quién sabe…
Lo cierto es que esa desatención nos hace sentir frustrados.
Y he aquí que la frustración hace sentir rápidamente su efecto maléfico.
El no logro de los objetivos es frustrante tanto para el docente como para los alumnos.
La frustración es un estado de ánimo desagradable, un sentimiento, es sentir que hemos fracasado.
Y este es un estado que con seguridad lleva a tomar decisiones equivocadas a ambas partes
Puede suceder que el alumno:
* Lo abandone todo, deje de trabajar.
* Se disperse.
* Se levante y agreda a alguien, pues debe liberar la rabia que produce la frustración.
* Borre tantas veces que rompa la hoja y llore.
* Provoque ruidos molestos.
* Arroje avioncitos o bolitas de papel masticado.
* Se vaya al baño so pretexto de que ya no aguanta., etc.
Por su parte, el docente puede llegar a tomar decisiones equivocadas:
* Retar a todos por que no son capaces de pensar.
*Experimentar sensación de impotencia.
*Pasar a otro tema, pues si algunos pudieron entenderlo, los demás tuvieron la misma oportunidad.
* Poner una baja calificación a quien no haya logrado realizar correctamente la actividad.
Y así estará planteada la situación.
Al final de la jornada saldrán de la escuela unos niños con una carga negativa, que si bien nadie ve, pesa sobre sus espaldas.
Y de los maestros ni hablar.
Ceños fruncidos. Dolores de cabeza y de estómago. Agotamiento. Irritabilidad. Sin humor para hacer ni soportar bromas.
Y es sabido cuán difícil es dejar todo ese bagaje en la puerta de la escuela. Es algo utópico.
A los sentimientos no te los podés sacar como al guardapolvo. La frustración es la frustración. Te la llevás puesta.
Y no es tan fácil evitarla, pero tampoco es imposible.
He aquí algunos consejos que me han resultado muy útiles a la hora de combatir ese estado afectivo que influye negativamente sobre los comportamientos de las personas.
*No digas no puedo.
*No bajes los brazos.
*No te rindas sin haber dado batalla.
*En la vida casi nada sale bien en el primer intento.
*Reconocerás que no te las sabes todas.
*Te jugarás por lo que quieras.
*Harás frente a aquello que te da miedo.
*Perdonarás tus propios errores.
*Equivocarse es algo natural en los seres humanos.
*Si no puedes hoy, tal vez mañana logres tu objetivo.
* Todo lo que te suceda, por malo que te parezca, tiene su lado positivo.
Porque los seres humanos siempre nos merecemos otra oportunidad.
Si logramos entender y asimilar todo esto, seguro que habremos creado un clima de comunicación más fluido y agradable, de distensión, de acuerdos, de negociaciones responsables y maduras. Sin presiones ni represiones. Habremos logrado un cambio de actitud en nosotros y en nuestros alumnos. Habremos dado un paso más hacia el encuentro maestro-alumno.

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