viernes, 13 de junio de 2008

LA ALFORJA




Después de muchos años de andanzas por distintas escuelas y antigüedad acopiada fuera de mi pueblo, de caminos de campo transitados en sulkys, jardineras, camiones lecheros, motos, bicicletas…
Distancias caminadas a pie en medio de la nada, esperando que alguien pase, extendiendo la vista hacia el círculo distante del horizonte.
Horas al costado de alguna ruta bajo el sol, la lluvia, las heladas, con el temor al viajero desconocido que detiene su camión y te observa con lascivia.
Después de muchas campañas de vacunación y censos poblacionales, campamentos, excursiones, caminatas, bicicleteadas, barrileteadas…
Luego de encariñarme y despedirme de tanto niño que ama y se marcha, abriendo heridas que sangran y cierran, sangran y cierran...
Después de tanto amor derrochado lejos de mi pueblo, de tantas angustias lejos de mi casa, de tantas horas sin disfrutar de mis hijos que crecieron tan pronto, después, en fin, de tantos años de elegido exilio, vuelvo a mi pueblo.
Casi al borde del retiro o la esperada jubilación, me parece mentira poder salir de mi casa veinte minutos antes de la entrada a clase y caminar las pocas cuadras que separan mi hogar de mi trabajo.
Hoy me he puesto a pensar en las cosas que he dejado y he traído a lo largo de mi paso por tantas escuelas.
Me imaginé primero una mochila, pero se me ocurrió demasiado chica. Tal vez una valija… ¿O resultaría grande?
Y reflexioné sobre la alforja de aprendizajes que acarrea cada ser humano a lo largo del camino de su vida.
De cada persona que aprecio he ido guardando cuidadosamente un regalo: el valor para decir las verdades de frente va sin envoltorio, la diplomacia para que duelan menos está prolijamente doblada, la sencillez en un rinconcito, la tolerancia en su caja brillante, la solidaridad envuelta en un pañuelo de seda. La prudencia en un sobre…La humildad casi no se ve, porque es pequeña y transparente…
¡Cuántas cosas valiosas fui recogiendo sin darme cuenta!
Y me pregunto ¿Cuántas más iré a recoger aún?
¿Tendré que ir dejando algunas? ¿Alguien me regalará la sabiduría que se necesita para escoger?
Y, sobre todo ¿Habré sido lo suficientemente generosa como para hacer algún regalo valioso?
¿Habrá quién aún conserve en su equipaje algún pequeño obsequio mío que le haya sido útil en ese viaje de ida?
¡Ojalá que sea así! Porque de lo contrario, ¡qué en vano habré recorrido el sinuoso e incierto camino de mi existencia!

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